lunes, 13 de marzo de 2006

El precio de las cosas

Acabo de volver de China. Como comentaba en un post anterior, llevo ya unos pocos viajes por motivo profesional a ese gigantesco país. No hay nada como viajar para aprender cosas nuevas, reflexionar sobre otras, evolucionar en suma.

En este caso traigo a colación un principio económico que parece de cajón pero después de lo visto, no lo es, y creo que no tiene por qué serlo.

Dice la teoría económica más básica que el precio de las cosas viene determinado por la oferta y la demanada, y que por lo tanto, a mayor oferta, menor el precio, y a mayor demanda mayor el precio. Es lógico. Lo que pasa es que esa lógica se plasma (en nuestra sociedad occidental perfectamente?? tabulada y reglamentada) en unos precios establecidos que pagamos sin rechistar. Cierto es que cuando abunda el pollo, el pollo baja (más ahora con presuntas gripes misteriosas, esto daría para otro post después de lo que me han contado los chinos), si la cosecha de aceituna es pobre, el aceite de oliva sube, y así todo y en todas partes.

Es decir, el Mercado (en mayúscula) determina unos precios en base a unos mecanismos que en origen son la oferta y la demanada. Pero aquí viene el quid, los fija y punto. Mi vecino, mi primo, Rajoy, Zapatero y cualquiera pagará el mismo precio por un litro de aceite si se acerca a la misma tienda.

El sábado paseaba yo por el conocido mercado de Xiang Yang Road en Shanghai, interesante y de visita obligada si os acercais a esa ciudad. Venden de todo. Y amigos, ?regatean! Llegas, ves el género (una camisa, un reloj, un paraguas, un bolso, lo que sea) y pides precio. Evidentemente te dan un precio por las nubes y ahí entra la habilidad de cada uno en conseguir bajar el precio hasta un nivel razonable.

Para mi lo realmente esencial es que el que te vende te está tanteando, y baja o no el precio en función de tu interés. Es decir, el precio lo determina tu necesidad, la tuya, no la de todo el mercado. Y claro, se da el caso que compras algo por un precio y a los cinco minutos aparece otro que compra lo mismo por el doble o la mitad. Todo depende de dos cosas : lo interesado en que estás en ese producto, y (psicología pura oigan) el precio que para ti tiene ese producto. Este segundo punto jamás lo dices, pero el chino de marras, que ha pegado unos pocos tiros de cala a la primera.

Y digo yo, no es bonito que las cosas valgan según las valoramos, y no según el dictado implacable de la maldita economía occidental?

Decía al principio que todo parece inmutable. Todo está regulado, establecido, no podemos cambiar nada. No? Seguro? Pues a mi me gustaría.

2 comentarios:

Javier Alonso dijo...

Querido Tastavins, un placer y una alegría leerte. Pues sí amigo, mucho mas bonito es eso de darle a las cosas el valor subjetivo del momento, además de las ventajas que eso conlleva se crea una especial relación entre proovedor-cliente que brilla por su ausencia en los mercados occidentales. Yo conocí uno similar en Guatemala, no en la capital, sino en Atitlán. Es un gustazo eso de andar regateando y observar la astucia del comerciante. En esos casos no me importa que me la metan floja, más abusan en cualquier boutique de Espa?a por una camisa medio bonita.

Eso es impensable en Occidente. Las garantías al consumidor, el control de la competencia, los rigurosos impuestos, etc,etc,etc. no permiten esa manera de comerciar tan atractiva, humana y divertida.

Reitero mi placer al leerte. Muchas gracias por tus comentarios en mi blog, he visto que te has leído todos los post... me sorprende compa?ero.

Un abrazo, me tienes que decir como os saludáis en catalán.

Hasta pronto.

Johnny Tastavins dijo...

Gemónides, no lo dudes, leer tus posts, como te comenté, requieren un estado especial, pero son sugerentes, diferentes. Me gustan.

Referente al regateo, es una pena ver que el "avance" occidental nos priva de situaciones y vivencias realmente interesantes.

Fins aviat (hasta pronto)